Siempre creí que todos los días son un aprendizaje, que la magia de la vida es un maestro desplegando su sabiduría a quienes tienen las manos bien abiertas para tomarla. Soy autoexigente lo que me llevó muchas veces a no poder disfrutar de las pequeñas cosas, estar encerrada estudiando durante un verano para rendir un final, no ir a un viaje de fin de semana por perfeccionar un trabajo, dejar que la vida se me escurra por entre los dedos. Sí, alcanzar la meta deja sabor satisfactorio pero a la vez queda una mecha de duda sobre el qué hubiera pasado si.
Con los años aprendí la volatilidad de la existencia humana, lo fácil que aparecemos y desaparecemos lo que me llevó a pensar como quiero ser, como quiero vivir. Aprendí a no transitar la vida mirando siempre al futuro o analizando el pasado, sino vivir disfrutando el presente, diciendo sí a lo que me gusta y no a lo que me desagrada. Que el aquí y el hoy es la esencia con la que se construye todo y si no es ahora, ¿cuándo?